Para hacer la colada se ponía la ropa en un cocio redondo. Tapaban el agujero del fondo con un trapo y metían la ropa mojada. Después ponían encima, envuelta en un trapo, ceniza y algo de jabón. Jabón poco, porque entonces no podían hacer mucho ya que se hacía con la grasa del cerdo o del cordero y, habiendo hambre como había, los animales no salían con mucha grasa. Mientras, en un caldero, ponían agua a calentar. Cuando estaba bien caliente la iban echando por encima del trapo con la ceniza y el jabón. Quitaban el tapón del cocio, el agua pasaba por el jabón y la ceniza y se colaba entre la ropa, para finalmente salir por el agujero del fondo, y la hacían retornar al caldero, que estaba al fuego. La ceniza le daba suavidad a la ropa y esta quedaba bien limpia.
El cocio se situaba en alto, en una mesa por ejemplo. Luego una canaleta unía el cocio con la caldera. Iban colando el agua por la ropa repetidas veces y luego la aclaraban con agua. El aclarado lo realizaban en unas gamellas de madera, similares a las que se utilizan aún en la matanza.
La ropa se lavaba a lo mejor dos veces al año.
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